Por cimas y gargantas

Castelbouc-Saint Enimien, mirador de Pas de Soucy, Point Sublime, Cueva de Aven Armand, Meyreis, Abisme de Bramabiau, Mont Aigoual, Ciudad de las piedras de Montpellier

Dia 17 de julio. Quezac-Castelbouc-Saint Enimien- mirador de Pas de Soucy-Point Sublime-St. Rome de Dolan (44.272520; 3.215581)

Pernocta: camping municipal de St. Rome de Dolan (44.272520; 3.215581)

-          “Nous sommes du camping car espagnol”

-          “Bueno pues mejor hablamos en español, si te parece”.

Oir hablar nuestro idioma después de tantos días es un placer. A parte del joven canario que encontramos en Conques al comienzo de nuestro viaje y ayer que vimos una camper española en Florac, ningún compatriota más. Pero resulta que la persona encargada de la recepción del camping municipal St. Rome de Dolan  era peruana y casada con un gallego que en la crisis emigraron aquí buscando trabajo.  Y es que hemos tomado una buena afición por las camping municipales. En general son buenos y baratos. Este en concreto (44.272520; 3.215581) tiene unos servicios sanitarios estupendos. Es pequeño y está situado cerca del “point sublime”, a unos 7 km de este mirador, pero en algunos puntos del camping las vistas son de vértigo, asomándose a la espectacular garganta que forma el río Tarn cuyas paredes alcanzan los 500 metrosde altura. Pero…ya están ocupadas.


El día ha amanecido nublado y más bien fresco. Hemos puesto rumbo a Castelbouc un pueblo colgado de la ladera de la garganta del Tarn. Al salir hemos de atravesar de nuevo el puente con lomo de burro que pasamos ayer, pero hoy, hay un “semi bouchon”. Vemos como un turismo circula marcha atrás hasta el final permitiendo el paso de una furgoneta, un camión pequeño y otro turismo. Cuando el turismo llega al principio del puente vemos que  se baja un policía y espera a que se acerque una señora entradita en años quien le da las gracias y se sube en lo que parece ser su coche. Para “servir a todos” está la policía, y lo cumplen y es que impresiona sacar marcha atrás un coche encajonado en las paredes de este puente.


Nos deslizamos paralelos al río Tarn por una carretera que discurre entre inmensas moles graníticas. El río esmeralda se abre paso y fluye conformando un paisaje de una gran belleza y espectacularidad. La carretera en algunos puntos se estrecha y hay que frenar e incluso parar para poder pasar con cierta holgura. Angel no hace nada más que mirar el espejo retrovisor derecho porque dice que paso a escasos centímetros de paredes de piedra que nos amenazan de forma continua, pero es que voy pisando la línea blanca que separa ambos sentidos.

Y en esto nos hemos encontrado frente a la señal que nos desviaba a Castelbouc y allí me he parado ya que la carretera desciende estrecha. Angel ha preguntado si cabíamos y le han dicho que no se nos ocurriera así que hemos continuado nuestro camino. 

Unos metros más adelante encontramos un pequeño mirador que permite asomarse a este hermoso e idílico pueblo pegado a la pared de las rocas y colgado literalmente de él, fundido en el paisaje y  lamido por las aguas del verde Tarn. Una belleza.



Continuamos camino a St. Enimien. Un gran aparcamiento a la orilla del rio nos acoge aunque  un gálibo no nos permite entrar pero si han reservado algunas plazas para autocaravanas.


Nos acercamos al pueblo pensando si realmente merecerá la pena ya que no ha sido el primero que nos ha decepcionado como vengo relatando.







A la entrada nos asomamos a lo que en su día fue la herrería del pueblo y todo parece estar como si su dueño fuera a aparecer en cualquier momento. Tal solo el polvo que lo cubre todo delata su abandono.

Ahora nos dejamos abrazar por sus calles sorprendiéndonos la belleza de sus rincones, la serenidad y tranquilidad del lugar. Por sus pintorescas callejuelas estrechas empedradas se elevan como centinelas del tiempo eternas casonas  y mansiones de caliza que parecen guardar celosamente la historia de sus habitantes a través de los siglos. Algunos pasajes abovedados se asoman a estas calles



Paseamos disfrutando de la tranquilidad del lugar un viernes a las 10,30 de la mañana. Suponemos que mañana será otra cosa.


Una vez en el aparcamiento observamos las piraguas que se deslizan por el río, tranquilo hoy, atravesando por debajo de su enorme puente. Me siento tentada a realizar el descenso que debe ser un placer, pero el idioma, el país…me disuaden. No me siento segura.


Nos dirigimos ahora a la cascada de Saint Chely y aquí de nuevo se hace imposible que lleguemos nuevamente por el tamaño de la carretera. Ya nos avisa del ancho. Justo, demasiado justo, y tampoco podemos disfrutar de las vistas desde ningún mirador. Yo me resisto y trato de buscar otro camino, pero no existe. Este es el precio que tenemos que pagar por viajar con comodidad en una autocaravana en vez de una camper o en un turismo.

La carretera ahora se abre ahora entre angostos muros de piedra y aparece salpicada de pequeños túneles excavados en la roca donde figura la altura, como mínimo creo recordar que 3,7m. Las paredes verticales se inclinan sobre ella y a veces temo darnos con el techo de la autocaravana. En un punto determinado la carretera se divide en dos ya que no permite el paso de dos vehículos a la vez. Así, por la parte superior y encajada entre una pared de roca  que se inclina amenazadoramente sobre la carretera pasamos nosotros. Por la parte infetior abierta,  los vehículos en sentido contrario.

Llegamos hasta La Malene donde nos es imposible aparcar. Son tan solo las 12. No parece tener mucho interés. Cuando lleguemos a casa mirare si nos hemos perdido algo o no. Y una vez mirado, sí parece que el pueblo tenía un bonito paseo con rincones hermosos. Desde la Malene parte una carretera que lleva al Point sublime, pero por el mapa hemos visto que era muy estrecha y hemos preferido probar suerte por otra desviación un poco más abajo donde la carretera que aparece en el mapa parece ser mejor.


Seguimos avanzando por lo que quizás sea el tramo más espectacular de esta garganta hasta llegar al mirador de Pas de Soucy (44.290513;3.237866) . Aparcamos a un lado, abonamos medio euro cada uno y ascendemos por unas escaleras metálicas hasta llegar a una plataforma desde donde contemplamos el espectáculo maravilloso de la garganta que el río Tarn ha excavado. También somos testigos de su furia ya que vemos troncos y ramas de árboles que han sido arrastrados por el  torrente y depositados a varios metros de altura sobre el cauce actual. Verlo en invierno tiene que ser todo un espectáculo.

Allí preguntamos por la carretera para acceder al “point sublime” uno de los miradores más famosos de esta garganta y nos dicen que no tendremos ningún problema. Así que en Les vignes aparece otra señal que nos dirige hasta este detino y aunque Angel inicialmente duda, yo le animo ya que vemos subir una autocaravana delante de nosotros.

La carretera es ancha y tiene algunas curvas que cambian de sentido pero es perfectamente asumible. Así que sin mayores problemas llegamos a este lugar que es un impresionante mirador sobre esta garganta.


Estamos arriba del todo sobre una meseta contemplando este corte que el rio ha ido excavando con la paciencia de miles de años hasta configurar este maravilloso paisaje. A nuestra izquierda y derecha se extiende toda la garanta del Tarn con el rio al fondo. La vista se pierde en el horizonte y en la profundidad del paisaje. Incluso una pareja de buitres vuelan por debajo de nosotros. El sitio es espectacular, impresionante, no apto para los que tengan vértigo. Ya solo me ha quedado haber bajado en piragua por sus cristalinas aguas, saboreando sus rincones, su tranquilidad, su belleza, su espectacularidad, pero…me tendré que conformar con compararlo con las hoces del Duratón, compararlo claro, porque en algo se parece, en algo. Esto es mucho más grandioso.
Así que ya desde aquí, a las 14,30 nos dirigimos al camping municipal. Al lado de este mirador hay uno, pero es privado, un poco más caro y peor calificado, así que preferimos recorrer los 7 km que nos separan de este otro, lo que ha sido todo un acierto.

Después de comer, una merecida siesta, pero me invade una “pájara” que solo me quito en parte después de una estupenda ducha. Tristemente la tarde está fresca, el cielo gris y no apetece estar fuera. Ayer, pese a esto, me envolví en una manta y aguanté un poco, pero hoy, no sé si por el cansancio, me encuentro algo destemplada y solo que queda resfriarme y preocuparme porque pueda no ser un vulgar resfriado.

18 de julio sábado. St. Rome le Dolan-Cueva de Aven Armand-Meyreis

Pernocta: Camping municipal de Meyreis.

El día hoy despierta con un impresionante y luminoso cielo azul, limpio de nubes, pero la mañana esta fría. Tengo pereza y me cuesta levantarme cuando el reloj marca un poco más de las 8. Angel se acerca a recoger los cruasanes y el pan y disfruto como una niña de estos sencillos bollos que los franceses saben hacer como nadie. 

Después recogemos bártulos y partimos en dirección a la cueva de Aven Armand aunque revisamos cuidadosamente por donde nos envía el navegador y vemos que nos introduce por carreteras de “color blanco” y por experiencia sabemos que son muy estrechas y que no debemos de pasar de las amarillas,  así que le cambiamos las ruta para ir por carreteras más anchas. No he dicho que llevamos un mapa de Francia, bueno, un “libraco” antiguo pero con mucha escala que podemos consultar antes para ir sobre seguro.

Descendemos hacia el fondo de la garganta y acompañamos el curso del rio Tarn durante unos kilómetros. Aquí  la garganta no es tan espectacular aunque sigue siendo muy hermosa. Dejamos atrás otro de estos pueblos colgados de la ribera del Tarn sobre sus rocas calizas en un equilibrio casi imposible y vemos también la cesta con la que transportar alimentos y enseres. Está en perfecto uso, es más, una familia asciende desde el río y vemos como va descargando esta cesta de distintas bolsas de  alimentos.










Dejamos atrás la garganta del Tarn para introducirnos por Les Roziers en la garganta por la que discurre el río Jonte. Vemos mucho movimiento en este pueblo y aparcamos para darnos un paseo, pero una vez más, no encontramos nada de especial así que decidimos seguir hasta la cueva.


La carretera se interna por la garganta formada por este río  no tan espectacular ni tan profunda como la del Tarn pero sí hermosa. No dejamos de estar acompañados por estas laderas pronunciadas cuajadas de vegetación arbórea. Pinos, hayas, robles…mezclados con otra vegetación baja. Y casi sin darnos cuenta llegamos hasta Meyreis. Alli después de cargar gasoil, que ya nos hacía falta y no encontrábamos gasolinera, tomamos la desviación hacia la cueva. La carretera asciende hasta la parte superior de esta garganta y después recorre una desolada llanura. Luego aparece una desviación que tomamos hasta el aparcamiento, amplio y con alguna sombra que otra.

Dejamos a nuestra amiga peluda y nos dirigimos a comprar los tickets. Yo, al ser sábado y ya las 11,30 no confío mucho en que encontremos, pero tenemos suerte y en 5 minutos entramos a visitar esta cueva.

Hacemos nuestra correspondiente cola disciplinadamente después de intentar comprender el inglés de la persona que nos vende los tickets y que es horrible, peor que el mío y además tienen la mala costumbre de mezclarlo con el francés con lo cual, el resultado es un “franglis” que no hay quien lo entienda. Luego dicen que los españoles tenemos muy mal nivel de inglés en general.

Subimos en un funicular repleto, donde no cabe un alma. Eso sí, todos con mascarilla y después de habernos lavado las manos con hidrogel pero no dejo de pensar que si hay algún positivo aquí se arma una gorda. (Este trayecto, tanto de ida como de vuelta, me inquietó hasta que pasaron 15 días de nuestro regreso).

Tras unos minutos llegamos al final. Y ante nosotros se abrió la puerta hacia un mundo mágico.


Nos encontramos en una gigantesca sala, de proporciones enormes: 110 metros de longitud, 60 de ancho y 45 de altura  y abajo, a nuestros pies, un bosque de estalagmitas
, m
ás de 400. Y entre ellas, la Gran Estalagmita que, con sus 30 metros de altura, es la mayor conocida hasta hoy en todo el mundo.





Un montaje audiovisual nos cuenta como fue descubierta por Louis Armand hace más de un siglo, proyectando sombras sobre el agujero por el que unas siluetas descienden imitando figuras humanas que se descuelgan por una cuerda.

Vamos descendiendo despacio, disfrutando de cada paso. El grupo, de unos 25 o 30 personas, habla susurrando y al guía se le escucha sin problemas lo que contrasta con lo que ocurre en España que a veces parece que vamos en medio de una jaula de grillos.



Y nos vamos introduciendo en este bosque de enormes columnas de estalagmitas algunas de más de 3 metros de diámetro que se elevan alcanzando mas de 20 metros de altura pero además, no son rectas sino que tienen unas caprichosas formas como de setas o tortitas superpuestas lo que originan una irregularidad muy hermosa.

Seguimos caminando entre ellas, como en un sueño o en un paisaje de un libro de Julio Verne del viaje al centro de la tierra, más hermoso aun si cabe porque desconozco si la imaginación hubiera podido crear estas formas fantásticas y hermosas. Se elevan entre nosotros hasta el techo de esta inmensa nave, rectas, pero irregulares, unas más finas, otras de mayor grosor. También observamos “medusas”, pero sin duda, el protagonista indiscutible y lo que hace esta cueva única es este inmenso bosque de estalagmitas. Estamos en el centro de un reino mágico, onírico…Las luces que cambian de color lo hacen más irreal aún, parece que nos movemos por el escenario de un cuento de hadas.

Hemos visitado ya muchas cuevas, todas ellas distintas y cada una con una característica que la hace única. 

La peculiaridad de esta son  sus magníficas estalactitas.  Impresionantes, fascinantes…. No se puede dejar de mirar a todos los lados, y sobre todo hacia arriba, y nuestros ojos intentan abarcar toda su belleza, recogerla y guardarla cuidadosamente.





En una hora termina la visita y el funicular nos devuelve de nuevo a la superficie, al mundo real. Nos acercamos antes a ver el agujero original por el que los descubridores descendieron a la cueva.

Una vez en la autocaravana hablamos sobre qué hacer. Son tan solo las 13 horas. Yo creo que no da tiempo a ir a Mont Aigoual parando antes en el Abisme de Bramabiau o si lo hacemos vamos a llegar tarde al camping. Angel habla de quedarnos en el aparcamiento de esta cueva. Ahora hay seis autocaravanas  pero me parece muy pronto y no tengo ganas de estar inquieta por si vienen o se van porque no me apetece hacer noche sola aquí. Además, el sitio no es que sea muy atractivo que digamos.


Finalmente  decidimos bajar a Meyreus al camping donde estamos ahora. 14,30 euros, junto al río y muy sombreado. Aunque está muy lleno, la paz  caracteriza este sitio, por lo que es muy agradable. Una hora después de instalarnos nos acompaña una familia que viene en una furgoneta con tres niños pequeños, pero apenas se les oye. Igual que en España.

Después de descansar, sobre las 17 horas decidimos preguntar en recepción por un paseo y nos aconsejan el que yo tenía ya anotado, el del castillo de Roquedort que lleva a los jardines. Al encargado  de recepción que pone todo su entusiasmo, nos cuesta entenderle porque hace lo mismo que la empleada de la cueva: mezclar el inglés con el francés.Resultado: el incomprensible “franglis”.

Entre un plano que nos da y nuestras deducciones, aunque no sin ciertas dudas, conseguimos salir del camping, andar unos metros por la carretera hasta encontrar la  antigua que tiene una barrera. Por allí y todo recto llegamos al pueblo, a 1 km del camping. Después de atravesarlo vamos hasta el polideportivo donde hay un aparcamiento para autocaravanas y el camino asciende pero por una solanera considerable y hace calor así que decidimos ir por lo que sería el camino de vuelta y que circula cerca del río por un paraje algo más atractivo. Pero también es carretera, aunque pequeña, pero llega un momento en que se junta con otra de mayor entidad así que pierde el poco atractivo que tenía y decidimos regresar. Me siento decepcionada. Este paseo que ya lo tenía pensado no me ha gustado. Pensé que iba a ser a través de jardines del palacio, pero no.

De vuelta al pueblo nos  atrapa una tienda de minerales y fósiles y picamos y ahora ya, en el camping, ducha y cena y a preparar el día de mañana.

19 de julio domingo. Meyreis-Abisme de Bramabiau-Mont Aigoual-L’esperou.

Pernocta: Camping Dourbies le Combe (44.089199,3.547270).

Frio por la noche así que de cenar en el exterior nada de nada. Y la hora se nos echa encima planificando el día siguiente.

Nos hemos levantado con mucha tranquilidad y disfrutado de unos cruasanes que también me han sabido a gloria. Los vecinos de al lado, la familia  con tres pequeños, se ha ido de paseo y no nos hemos enterado. Tampoco de que cenaron ni  de que se acostaron ni  de que se han levantado. Una delicia y viajan en una furgoneta y tienda de campaña.

Tarde ya hemos puesto rumbo al Abisme de Bramabiau para lo que hemos tenido que atravesar Meyreis que tiene una sola calle y estrecha, pero a estas horas no se nos ha dado mal. Y hemos  llegado en poco tiempo y por buena carretera. Un cartel que anuncia un belvedere nos ha confundido aparcando en el arcén de la carretera pensando que no había otro lugar habilitado para ello, pero 200 metros más adelante había un gran aparcamiento.

Dejamos a nuestra amiga peluda con el enfriador puesto y sacamos las entradas, 10 euros por cabeza. Luego otra vez en “franglis” nos han dicho o hemos deducido que teníamos que descender por un camino un km y allí nos recogía un guía que nos internaba en el lugar.


Así que hemos bajado paseando por una amplia pista entre hayas, abetos y otra vegetación arbórea hasta llegar a lo que parecía el final. Allí nada más llegar, vemos que parte un grupo y alguien nos invita a sumarnos.

Y nos integramos en el grupo donde observamos alguien que no lleva mascarilla y que me hace sentir insegura ya que nos hemos internado por una oquedad en la roca por la que se abre paso un río subterráneo en una cavidad que no está abierta al aire libre, al menos en lo que podemos ver.



Se trata de una cavidad subterránea de la que emerge un río, el Felicidad (Bonheur) y que discurre por una red laberíntica de 11 km, parte de los cuales están abiertos al público.

La guía ha explicado algo antes de introducirnos por una enorme grieta vertical de 70 metros de altura a través de la cual cae el agua en cascada. Por  unas pasarelas caminamos por su interior siguiendo el recorrido de este torrente subterráneo. Paredes verticales parecen querer engullirnos y en fila india vamos desplazándonos hasta 1 km. A lo largo de este recorrido vamos observando enormes rocas sobre nuestras cabezas y paredes verticales que se estrechan a ambos lados  escuchando el ruido del torrente y casi sin perderlo de vista durante todo el recorrido.



Las explicaciones  se nos hacen un poco largas, quizás porque no entendemos y más o menos en una hora alcanzamos el exterior. Una vez allí ascendemos solo un poco para llegar al aparcamiento. Debe ser que durante nuestro recorrido hemos salvado gran parte del desnivel.
Son ya las 13 horas y ponemos rumbo ahora a Mont Aigoual. Una buena carretera nos introduce de nuevo el parque de Cevennes para depositarnos en este impresionante mirador.

Hay muchos turismos y autocaravanas, pero es una gran planicie que parece dar  cabida a todos. Y las vistas son realmente espectaculares. Este monte a más de 1.500metros es un mirador natural, debe ser el pico más alto de la zona y abarca una vista de 360 grados. Dicen que se ven tres cuartas partes de Francia. Desde luego es inmejorable. Una mesa de orientación sobre una torre muestra diferentes ciudades de Europa y de Francia con sus distancias.

Alberga desde finales del siglo XIX una estación meteorológica, actualmente la única habitada de toda Europa, en la que se reflejan todos los extremos: récord de temperaturas bajo cero, récord de pluviosidad, récord de días de niebla,...








Después entramos en una sala de exposiciones que tiene una tiendecita de lo más peculiar y original que hemos visto, y volvemos a picar.

De nuevo en la autocaravana decidimos descender hasta un aparcamiento donde se permite la pernocta de autocaravanas (en esta meseta no) para comer ya que son cerca de las 15. Descansamos y ahora ya toca buscar un lugar para pasar la noche. Y por primera vez en este país desechamos dos sitios distintos, el primero un área gratuita a las puertas de un camping y es que el lugar no resultaba nada atractivo y el segundo, un área de pago pero entre dos carreteras y ahora con mucho sol, así que buscando de nuevo en park4night encontramos el camping municipal donde estamos ahora en Dourbies le Combe (44.089199,3.547270).

El lugar es sorprendente. Es un pinar por el que nos desperdigamos todos, tiendas, caravanas y autocaravanas pero hay mucho espacio y el suelo de hierba. Es lo más parecido a un “camping sauvage”. Mucha sombra y un edificio sanitario en el centro, viejo ya, pero limpio y suficiente. Elegimos un lugar sombreado entre los pinos y nos dicen que sobre las 19 vendrán a cobrarnos. Unos 12 euros, pero  ya han dado las 20 horas y no ha aparecido nadie.

Es también de los mejores sitios en los que hemos estado. Una delicia de paz donde solo oímos las chicharas y el tecleteo del ordenador. Ya hemos preparado o perfilado el día de mañana y algo del siguiente y nos sigue sobrando un día más. Aún no sabemos qué haremos con ese “sobrante”.

Lunes 20 de julio. Durbies le Combe-Ciudad de las piedras de Montpellier-Millau

Pernocta: Area de autocaravanas de Millau

Como lleva pasándonos casi todo el viaje, a las 10 de la noche nos morimos de sueño. Intentamos resistirnos porque luego amanecemos a las 6,30 o 7 y no nos dormimos, pero a las 10,30 caemos desmayados. Así que noche estupenda y mañana espléndida. Cuando levanto las persianas de las ventanas contemplo un hermoso espectáculo, el del pinar sobre el verde suelo y me da mucha pereza levantarme.

Recogemos todo y cuando nos vamos a las 9 no había venido nadie a cobrarnos así que ponemos rumbo a la ciudad de las piedras de Montpellier ( chaos de Montpellier – le vieux) pero pasando antes por un punto antes de llegar, en Dourbies, para hacer un paseo.

Pero una vez allí el lugar no resulta nada atractivo así que continuamos nuestro camino, ahora mirando muy bien las carreteras por las que nos envía el navegador, aunque no podemos evitar seguir en una blanca y por tanto estrecha hasta llegar a  otra  más ancha.

Y la carretera es otra belleza más que discurre por la garganta del río Dourbie entre abetos, castaños, boj, abedules, hayas….pero es retorcida como ella sola y no conseguimos desarrollar mayor velocidad que los 40 km hora. En algunos puntos se estrecha y en otros es más ancha. Afortunadamente hay poco tránsito así que únicamente nos cruzamos con algún que otro turismo pero no más. Todavía tengo la imagen de la cabina del camión invadiendo toda la carretera, como si fuera una película de terror.

Vamos circulando por hermosos paisajes. Atrás dejamos una villa colgada de las paredes de piedra y un poco después  la bonita estampa de  un molino junto al rio.

En un momento determinado tenemos que dejar la comodidad de la carretera “amarilla” para conducir por una “blanca” que nos llevará a nuestro destino. El navegador nos marca varias posibilidades y vamos seleccionando las que creemos que serán más cómodas para nuestras dimensiones.

Hemos ascendido vertiginosamente y luego circulamos muchos kilómetros por lo que parece una meseta por un paisaje que parece más agreste, más seco, hasta llegar a la entrada de lo que es ya la ciudad de las piedras (44.140596; 3.202616). Una taquilla y varias posibilidades de visita, entre ellas un trenecito. Según lo que se quiera hacer hay precios distintos. Le digo que nosotros solo queremos caminar, así que casi 8 euros por cabeza.

Dejamos la autocaravana en un secarral para dirigirnos a donde comienzan las sendas, cinco señalizados cuyos recorridos oscilan entre 1 y 3 horas de marcha y unos enlazan con otros, por lo que se puede caminar lo que se desee.

Elegimos comenzar por una de color verde para luego tomar otra  morada. Nos internamos en un bosque de robles, abedules, y boj, mucho boj. El camino está afortunadamente sombreado porque son las 13,30 y el sol castiga hoy. Rozamos los 30 grados. Vamos siguiendo las señales verdes de nuestro camino y asomándonos a miradores que nos muestran hermosas vistas donde la vegetación se mezcla con enormes rocas formando un espectáculo casi mágico.

Cuando el sendero verde enlaza con el rojo vemos que hemos estado casi 1 hora caminando y que hacer lo que inicialmente queríamos nos podría llevar mucho tiempo, así que decidimos renunciar al “morado” y continuar por el de color “rojo” hasta el “naranja”, justo en un precioso arco llamado “la puerta de Micenas”, porque aquí todas las rocas tienen nombres.

Seguimos las señales “naranjas” y en punto determinado un cartel nos informa de que el camino es difícil. Podemos seguirlo o  continuar por otro de color “rojo”, pero, somos cabezones, y en mayores nos hemos visto así que decidimos continuar.


Vemos donde está la dificultad y es que la senda asciende varias veces y el ascenso no es uniforme porque hay que sortear raíces, piedras, rocas…Y luego más de los mismo. Un cartel nos envía al aparcamiento en 15 minutos pero vemos que la senda coincide con parte de la verde que hemos hecho al inicio así que decidimos continuar. Y…más ascenso. Así que con tanta subida, bajada y el calor, terminamos bastante cansados. Hemos salido esta mañana sobre las 9 y hemos llegado a este lugar sobre las 12 o 12,30 eso significa tres horas e incluso más por carreteras retorcidas, estrechas que agotan y ahora lo peor del camino nos ha pillado también al final, para rematarnos.

Cuando llegamos a la autocaravana comprobamos que estamos en un auténtico erial donde el sol calienta sin piedad. Gracias al enfriador, podemos permanecer dentro y decidimos por la hora, que pasa de las 14,30, comer allí y descansar un poco, para luego buscar ya un sitio donde pasar la noche.

Y así lo hacemos. El primer sitio es uno a 900 metros de  un restaurante que es un aparcamiento gratuito, pero es muy poco atractivo, no hay sombra, esta todo seco, así que decidimos poner rumbo a Millau, a un área de autocaravanas  junto a un camping. Por las fotos vemos mucha sombra y sobre suelo verde. 12 euros todo incluido aunque Angel ve luego otro en Peyrelade, un camping municipal bien calificado, pero estamos ya aquí y el sitio resultó estupendo.

Yo me he dado una ducha…con agua fría. Pensamos que era porque no habíamos abierto la tapa del respiradero, pero no conseguimos que funcione. Arranca y aparece una luz roja.

Conseguimos al final que funcionara pero poniendo la temperatura a 70 grados. No sabemos si es que tiene aire, pero si fuera así, no aparecería aire en el gas de cocinar.

Nos molestan estas cosas en una autocaravana nueva. La cámara de marcha atrás la mayoría de las veces va, pero alguna que otra vez, dice que no y no dan con el problema y ahora el agua caliente. Cuando la usamos en el  invierno pasado, creemos que tres veces su funcionamiento fue correcto pero también es cierto que la pusimos a 70 grados.  Una vez en casa y revisada en roulot,  el problema se debía a suciedad de los quemadores que arreglaron sobre la marcha y que si nos vuelve a ocurrir nos dicen que podemos limpiarla soplando con el aire de inflar las ruedas en las estaciones que hay en la carretera. Casi hay que hacer un grado universitario para abarcar a estos trastos, y eso que llevamos ya 20 años en este mundillo.

Mientras que escribía estas líneas me han acribillado los mosquitos. Estoy llena de picaduras. Nos echamos repelente, cenamos fuera, esta vez la temperatura lo permitió y nos fuimos a dormir sobre las 22.30.

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