Castillo de Peyrelade, Castelnou-pegayrols, La Cavaleríe, Santa Eulalia de Cernon, Priorato de San Miguel de Granmond.
Martes 21 de julio. Millau- castillo de Peyrelade- Castelnou-pegayrols-La Cavaleríe
Pernocta: Area en granja de quesos en La
Cavaleire
Estamos en la
Cavalerie. Como tenemos tiempo hemos decidido tomarlo con tranquilidad y hemos
empezado a descender despacio. Estamos en una granja, en una “fromagueria” sin
servicios pero sin coste. Venden quesos y dejan pernoctar en su terreno. Cuando
hemos llegado la tienda de quesos estaba ya cerrada. Es un terreno detrás de la
casa y si cuando hemos llegado solo había un camión de bomberos convertido en
autocaravana, ahora ya somos cinco más. Parece un lugar apreciado.
Y por primera vez en mi vida he conocido personalmente a alguien que lo ha vendido todo y se ha “echado al monte”. Son los vecinos del camión de bomberos. Lo han comprado y lo han adaptado para viajar. Es una familia de cuatro personas, dos adultos y dos jóvenes uno de ellos ya adolescente que se ha acercado con mucha curiosidad a nuestra autocaravana. Dice que la suya es pequeña pero, lo que le he dicho yo, le permite ir al desierto porque es un camionazo. Luego ya se ha acercado el padre y Angel ha ido a ver su camión y es cuando le ha dicho que con 34 años ha vendido todo lo que tenía, se ha comprado ese camión, lo ha adaptado y se va a dedicar a viajar. Que el colegio de los niños serán las gentes y paisajes que conozcan. Son de Toulouse y van hacia el sur, Marruecos, Mauritania y otros países. ¡Ole por sus narices!. A mi eso me da mucho vértigo y por eso admiro a quien toma esas decisiones. Yo sería incapaz. Es cierto que viajar enseña mucho, pero hay otras cosas que un joven y niño necesita, como más familia, amigos, socializarse en un grupo de pares y no creo que puedan hacerlo en estas condiciones. Además, a su regreso serán unos chicos distintos al resto y la diferencia no gusta. No lo sé, no tengo muy claro que todo sean ventajas. Y eso que no hablo de la pandemia. Pero vuelvo al día en cuestión.
Desde aquí hemos
deshecho de nuevo el camino y puesto rumbo a la Garganta del Tarn al Castillo de Peyrelade, pero cuando
hemos llegado no nos hemos atrevido a subir con la autocaravana, así que nos
hemos limitado a fotografiarle desde la carretera y regresar sobre nuestros
pasos para ir a Castelnou-pegayrols.
Este lugar lo tenía
anotado para visitar en la ida, pero lo
dejamos pensando que no tendría mucho de interés. Sin embargo cuando estuvimos
por aquí vimos señales que indicaban que este lugar podría ser de interés así
que ahora hemos puesto rumbo a él.
Y si al principio
hemos circulado por carreteras normales, luego se han estrechado mucho y el
final sobre todo, ha sido un poco más duro. Nos hemos cruzado con una camper,
pero parando hemos conseguido pasar sin mayores problemas.
Al llegar a Castelnou
hemos encontrado un aparcamiento muy fácil y en medio sombra y no lo hemos
dudado y a 100 metros de la entrada a este pueblecito medieval. Y si al
principio he pensado que no tenía mucho, lo cierto es que está lleno de
rincones auténticos que atrapan al viajero.
Casas de piedra gris
con tejados de pizarra se yerguen a lo largo de empedradas calles que suben, bajan se retuercen, conformando un
conjunto de gran armonía y belleza. No hay tiendas, ni turistas, tan solo nos
cruzamos con dos parejas y nos colamos por todos los rincones que encontramos,
atravesamos arcos de espesos muros, entramos en su iglesia y nos adentramos en
su curiosa cripta…perdimos la noción del tiempo y eso que al sol hacía calor.
Se notaba que habían subido las temperaturas, pero aun así, nos hemos dejado
atrapar por la magia de sus calles por donde los siglos no parecen haber
pasado.
Son paisajes de piedra
gris, de pizarra, de macetas de colores, de puertas de madera vieja, de
ventanas curiosas algunas de hermosos dinteles, se oye hablar a sus habitantes
desde la calle, tal es la tranquilidad y serenidad que transmite el lugar. En
fin, que fuimos desgranando rincones como cuentas de un rosario y un rincón nos
llevaba a otro hasta que decidimos regresar al siglo XXI y continuar camino
hacia donde estamos ahora.
Al dejar la localidad
nos encontramos con una carretera muy estrecha así que no dejé de mirar como
los kilómetros descendían hasta el cruce. Una vez en el cauce del río Tarn el ancho
de la carretera era cómodo. El color del río era de un verde esmeralda precioso
y circulamos hasta encontrar un área de descanso con sombra así que no lo
pensamos más y decidimos comer y
descansar aquí.
Continuamos hacia La Cavalerie y dejamos la autocaravana
en un descampado a la entrada. Son las 16,30 y el lugar no parece prometedor
pero según nos acercamos descubrimos una muralla de piedra gris, con su puerta
de acceso a la ciudad por la que nos colamos.
Se trata de una ciudad
edificada en el siglo XII por los caballeros templarios de la encomienda de
Santa Eulalia de Cernon como consecuencia de un conflicto con las autoridades
de la cercana población de Millau. El primer edificio que se construyó fue la
iglesia de Santa María y seguidamente las calles, las casas y las murallas que
encorsetan toda la estructura urbana.
Rincones también
bellos, aunque no tan hermosos y tan auténticos como en Castelnau, pero merece
la pena una parada aunque sea breve. Aquí se puede observar la muralla
restaurada y bien conservada. Es una ciudad muy pequeña por lo que en poco
tiempo se da la vuelta.
A las 17 decidimos
terminar y buscar esta granja, donde nos encontramos ahora, para descansar. No
tenemos prisa aunque un cartel nos anuncia a 7 km Sta Eulia de Cernon como una
bonita localidad, así que decidimos visitarla mañana a primera hora.
Con el calor que he
pasado me ha apetecido darme otra buena ducha, y de nuevo hemos tenido
problemas con el boiler hasta que hemos conseguido arrancarlo a 70 grados.
Al terminar la tarde,
el cielo se ha tornado en una parte gris y parece que amenaza lluvia aunque
nuestros vecinos dicen que no lloverá, como así fue.
22 de julio miércoles. La Cavalerie-Santa Eulalia de Cernon- Priorato de San Miguel de Granmond-Pezenas
Pernocta: “dominio” viticultor cerca de
Pezenas.
Estupenda noche y
mañana gris. Después rompió a llover, pero en poco tiempo cesó. Desayunamos
unos estupendos cruasanes que nos compramos ayer en el Auchan y tras dejarlo
todo preparado y despedirnos de nuestros vecinos los aventureros, nos acercamos
a la tienda a comprar un queso. Esperamos a que vengan a abrir. Antes de
nosotros hay otra familia.
Desde ayer son
obligatorias las mascarillas en interiores en toda Francia pero el joven que
nos atiende, aunque lleva mascarilla, con la mano nos corta un trozo de queso y
nos lo da a probar y luego nos cobra y da las vueltas…con esa misma mano. ¡Ay
señor!, ¡que no tenga nada, ni este joven ni los otros franceses con los que
hemos estado más o menos en contacto! porque cuidado al 100% es casi
imposible. Cuando escribo esto, a
finales de octubre, nos encontramos ya en lo que llaman la “2ª ola de la
pandemia” y si en España empezamos en septiembre, Francia está hoy peor que
España. Es el país más afectado de Europa por los contagios. ¡quien los ha
visto y quien los ve ahora!.
Y vuelvo a la granja y
añado que habíamos leído que los precios eran normales, pero pagamos el kilo de
queso de oveja a 27 euros. Compramos un trocito y un par de yogures de oveja que
resultaron exquisitos, y partimos hacia Santa Eulalia de Cernon.
(ahora, he tenido que
interrumpir el relato para acercarnos a la bodega del lugar donde vamos a
pernoctar, a comprar un par de botellas de vino. Y es que esta noche la pasamos
en un “dominio”, un gran viñedo cerca de Pezenas que al igual que en la granja,
acoge autocaravanas gratis. Antes hemos estado dando un paseo por los inmensos
viñedos y la bodega estaba cerrada y ahora hemos visto a nuestro vecino alemán
que subía con una botella).
Decía que ponemos
rumbo a Santa Eulalia de Cernon a
tan solo 7 km.
Un gran aparcamiento, casi plano y fácil nos acoge. A tan solo 100 metros de este aparcamiento descubrimos esta pequeña población amurallada, de la época de los templarios. Es pequeña, como todas, pero muy acogedora y con bellos rincones.
Traspasamos sus
murallas y paseamos por lo que es la calle principal hasta su plaza a la que
dan sombra unos gigantescos plátanos.
En medio, una fuente la adorna.
Durante la edad media, las encomiendas eran definidas como territorios, inmuebles, rentas o beneficios pertenecientes a una orden religiosa de carácter militar en cuyo frente se encontraba un caballero de hábito (caballero-monje), denominado comendador y que era nombrado por el maestre de la orden.
El Palacio del Comendador, en la misma plaza, es visitable, pero decidimos no hacerlo y seguir paseando por sus calles, aunque, se nos acaban pronto. A excepción de esta calle principal y algún que otro rincón, la visita acaba enseguida.
Así
que decidimos ahora regresar a la Cavallerie y poner rumbo al Priorato de San Miguel de Granmond. Pero
antes visitamos un “spar” para comprar pan y llenar el depósito de gasoil.
Tras unos 30 km el
navegador nos saca de la autovía para meternos por carreteras estrechas que si
bien en general se cabe aunque con cuidado, en algunos sitios son especialmente
estrechas. Y es curioso la forma de conducir de los franceses. Si hay un sitio
donde pueden retirarse y parar esperando a que pasemos, ellos se lanzan y
cuando nos cruzamos es cuando empiezan las apreturas y estrecheces, pero son
muy cabezones. No es la primera vez que nos ha pasado o que lo hemos visto. La
principal dificultad de la carretera, aparte de trozos con gravilla suelta, es
que hay maquinaria trabajando en el tendido eléctrico. Así que nos encontramos
con un camión pequeño y una furgoneta que llevaba el elevador que la ocupaban
casi por completo y hasta que no terminó de poner un poste no se retiró. Aún
así lo conseguimos lamiendo el espacio como pudimos.
Pero en poco tiempo
llegamos a este priorato. Habíamos leído que este lugar es delicioso y que vienen únicamente a pasar el fin de semana, a disfrutar de la paz
de este lugar y es que el sitio está escondido en un bosque de robles.
Dejamos la
autocaravana con nuestra amiga peluda dentro y nos acercamos a visitar este
priorato. Una joven que habla español nos da unas hojas en castellano y nos
dejamos perder por este lugar que tiene un encanto muy especial.
Según los principios
de la orden, la comunidad disponía de un edificio reducido, pensado para pocos
monjes y sin funciones parroquiales; vivían aislados de la población y con las
tierras imprescindibles para su manutención. Contrariamente a otros centros
monásticos, los grandmontans no perseguían conseguir bienes, rentas ni
beneficios.
Es pequeño, recogido,
pero se respira serenidad y paz por todos sus rincones. No hay nadie, estamos
solos visitándolo por lo que disfrutamos aún más. El claustro para mi, lo más
bello, pequeño pero encantador.
Del claustro pasamos a
la iglesia, desnuda, con una increíble acústica y es que de acuerdo con las
normas de la orden debían de ser de una
extrema sencillez. Así es una única nave, pequeña y estrecha, sin ningún tipo
de decoración. De aquí accedimos a lo que en su día fue el comedor.
De aquí ya iniciamos el regreso al monasterio a donde llegamos en cinco minutos escasos. Hace calor aunque esta nublado. Y emprendemos el camino de regreso por donde hemos venido. Y de nuevo nos encontramos con los empleados en plena faena y tapando la carretera. Uno de ellos nos habla en español con acento sudamericano. En cinco minutos, nos dejan paso y tardamos otros 10 o 15 más en tomar la autopista dirección sur, a casa.
Pero hemos decidido no
entrar por La Junquera ya que los rebrotes en Cataluña y Aragón están muy
fuertes así que pensamos cruzar Francia de Este a Oeste entrando por Irun,
aunque el País Vasco tampoco se libra, pero pasaremos de largo.
Circulamos hacia el
Sur por la autovía que desciende vertiginosa y prolongadamente. Se acercan las
14 horas y no encontramos un área con sombra donde comer y descansar y es que
las temperaturas están llegando a los 33 o 34 grados. No es para estar incómodos
al sol, por mucho enfriador que tengamos. Yo destaco un sitio de viticultores y
allí nos dirigimos, y aquí estamos, cerca de Pezenas.
Había una autocaravana alemana a pleno sol, y tan feliz, pero al lado tres árboles, así que como hemos podido, calculando la altura de las ramas, nos hemos escondido debajo de ellas. Aquí hemos comido, fuera, acogidos y protegidos por su sombra y luego hemos echado una siestecita. Poco después hemos salido a dar un paseo a contemplar estas grandes extensiones donde la vista se pierde entre viñedos. La finca es muy grande no solo en viñedos, sino en edificios. Algunos parecen descuidados, pero tiene muchos y algunos parecen estar habitados. También parece acoger otro tipo de turismo y actividades.
De regreso, nos damos
una ducha. Esta vez el boiler funciona a la primera y vemos como nuestro vecino
alemán viene con la botella de vino y nos dice que si queremos luz hemos de
abonar 2 euros, pero no necesitamos. Yo ya me he secado el pelo y el ordenador
tira poco. Las baterías están prácticamente llenas. Solo necesitaría vaciar las
aguas negras. Mañana tendremos que buscar.
Ahora, cinco minutos pasados las 20 horas estamos dos autocaravanas y una furgonnetilla pequeña con dos jóvenes que deben dormir dentro. Pese a las puntuaciones del sitio, todos de 5 y muchas, no parece que vaya a venir más gente.
Mañana pondremos rumbo
al Sur-oeste con la idea de llegar a España el viernes.
Día 23 de julio, viernes. Pezenas-Santa
Cristina de Armagnac. DIA HORRIBILIS
Pernocta: Santa Cristina de
Armagnac
Hemos dejado la finca
alrededor de las 9 de la mañana tras una noche tranquila. Es curiosa la
sensación que sentimos ante el silencio surgido cuando las miles de
chicharras enmudecieron al atardecer. Y es que pueden llegar a aturdir. Luego
por la noche, el canto de un mochuelo que
debía mantener una conversación con otro mas lejano, me despertó pero conseguí
retomar mi sueño.
Decidimos no visitar
Pezenas y poner rumbo Suroeste a Beziers, Carcasona y Toulouse, sin circular
por la autopista para hacerlo por carreteras nacionales hasta unos 100 km al
oeste de Auch que es donde estamos ahora.
Pero lo he titulado “dia
horribilis” porque el día ha empezado y continuado….digamos que con
dificultades.
Primero, ante la
necesidad de descargar todo tipo de aguas y cargar la búsqueda de un lugar se
ha convertido en un peregrinaje. El primer sitio disponible y más cercano,
tenía una entrada más que justa, al centímetro y cuando conseguimos entrar,
aquello era casi un cementerio de autocaravanas. Había unas cinco o seis. Habían
dejado el punto de descarga de aguas libre pero llegó una pareja cuarentona con
muy mal aspecto que se sentó justo donde debíamos de vaciar el WC y que según
Angel nos miraban y se partían de risa. El sitio estaba aislado por la
vegetación, así que nos sentimos muy inseguros decidiendo salir como habíamos
entrado. Y justo a la salida vimos otra autocaravana que entraba. Si llegamos a
coincidir las dos en ese espacio interior habríamos maniobrado con bastante
dificultad.
Elegimos un segundo
punto, junto a una gasolinera y un centro comercial, desviándonos un poco.
Pero…no nos aceptó la tarjeta de crédito y por dos veces, así que desolados
decidimos seguir nuestro camino a ver si a lo largo de nuestro recorrido
aparecía algún punto más sin necesidad de buscarlo expresamente.
Y nos ha ocurrido en dos
ocasiones más. Una cerca del Canal de Midi en donde la carretera que nos guiaba a un restaurante nos resultó muy
estrecha.Y en la otra, donde el acceso era mejor junto a otro restaurante, hallamos
las puertas cerradas hasta las 19. Y por fin a la tercera fue la vencida, otro
restaurante, un área, de fácil acceso pero 3 euros agua y otros 3 el vaciado de
negras. Y los tuvimos que pagar.
Hemos seguido la
carretera nacional con muy poco tráfico y en algunos sitios paralela al canal
del Midi por donde ya habíamos estado años atrás.
Luego hemos seguido
nuestro rumbo. Ayer había elegido un castillo, sería la primera vez que
pernoctáramos en un lugar así, pero al final vimos que teníamos que solicitarlo
antes. También desechamos las áreas que parecían secarrales, sin sombra y nos decidimos
por otro viñedo, pero topamos con una carretera cortada. La primera
desviación resultó estrecha así que tomamos la segunda y de nuevo
carretera de susto hasta que llegamos. Pero no había acabado el día. Nos encontramos con las puertas cerradas y
ningún cartel que anunciara que allí acogían autocaravanas. Decido entrar
caminando hasta que llego a una preciosa
fachada, vieja y algo deslucida, como si
hubiera perdido el brillo de lo que en su día debió de ser, pero tampoco
consigo ver a nadie
Angel me dice que leyendo hasta el final la información sobre este lugar añade que ha que concertarse. Las 18 horas, cansados, con calor, al borde de todo, habíamos discutido, nos habíamos enfadado….y al final llegamos al área gratuita de Santa Cristina de Armagnac, junto a su iglesia y castillo. Un lugar realmente hermoso y tranquilo. Estábamos solos y los enormes arboles nos regalaron generosamente su sombra. Son ya las 18,30 así que para rematar el día, otra discusión mas sobre que tu y que yo,… pero aquí nos quedamos.
Cuando llego al final
de la primera revisión de este relato (hago
normalmente dos) estoy en el día 6 de diciembre, en la Sierra de Gata,
exactamente en Torre de Don Miguel donde nos hemos escapado antes de que
confinaran Madrid huyendo de este tremendo bicho que tanto ha cambiado nuestras
vidas. Han pasado ya casi cinco meses y después de ese día en Francia, no
escribí mas y mi memoria solo guarda entrar en España por Irun y dormir esa
noche en un pueblin de Burgos, a unos kilómetros de la autopista junto a unas
piscinas de verano. Un sitio tranquilo y protegido del calor de julio español.
Y supongo que al día siguiente llegamos a Boadilla del Monte dando por
terminado este extraño viaje, en estos tiempos, mas extraños aun.
Mª Angeles del Valle Blázquez
Boadilla del Monte, diciembre de 2020
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